La actual Región de Murcia (y las comarcas limítrofes murciano-hablantes), sus costumbres y su lengua son el producto natural de la convivencia durante siglos de razas distintas en un punto concreto de la geografía peninsular, puerta de entrada en la antigüedad de las culturas tradicionales y más desarrolladas de la cuenca del Mediterráneo. Para comprender
bien los orígenes de la forma de hablar que se da en Murcia debemos hacer un breve repaso por la historia del actual territorio. Desde la provincia romana Carthaginense, a la que siguió la bizantina Oróspeda, y que con los visigodos pasó a ser Aurariola, el S.E. peninsular ya presentaba rasgos peculiares en cuanto al latín que allí se hablaba y se habló durante la época visigótica. Al desmembrarse el Reino Visigodo debido a las sucesivas invasiones musulmanas, se funda la Cora de Todmir o Reino de Teodomiro. Este Reino que desde sus comienzos fue el único en gozar de autonomía dentro de Al-Andalus, conservó su habla dialectal latina que constituyó después en los mozárabes murcianos y hasta el siglo XIII la latinia o "Aljamía del Oriente del Andalus", una lengua romance plagada de arabismos. Durante cinco siglos se mantuvo más o menos viva dicha lengua, lo que contribuyó a incorporar la tradición lingüística indígena del reino a los nuevos conquistadores. De aquel romance mozárabe quedan palabras como ababol, abercoque, alcacil, aletría ,arciprés ,asina, cabolo, caliche, cauz, caparra, compaña, corrental, falluto, juntamento, Migalo, morciguillo, pagamenta, pancha,
perifolla, quijero, truje, verrugo, vide o visibilo.
La dominación musulmana en el Reino de Murcia termina con la reconquista por parte de los cristianos de Castilla y Aragón.
Desde 1243, numerosos castellanos fueron a repoblar el Reino de Murcia, dispersándose éstos por varios lugares pronto se fundieron el romance castellano con el mozárabe, formando esta fusión la base lingüística del habla regional.
Con la conquista por parte de los cristianos del Reino, fueron primero los religiosos aragoneses los que vinieron a predicar el Cristianismo a estas tierras. El texto más antiguo que se conoce en lengua romance en esta Región data de finales de Agosto de 1244 y está escrito en aragonés. No sólo esto, sino repobladores que vinieron a afincarse a Murcia trajeron con ellos su lengua, dejando un importante legado que aún perdura en palabras tales como abonico, alatonero, acaloro, ancharia, bardomera, bizuejo, calentor, calorina, capaza, cepo, dica, esfilusar, fresquilla, jetazo, guisque, juguesca, mojete, pebre, pinatar, pirindola, robín, robinarse, zarangollo (del arag. "zaranga") o zorruno. También de influencia aragonesa es el empleo casi único del sufijo diminutivo -ico.
También, los catalanes de la época pusieron su parte en la formación del actual murciano. Hemos de tener en cuenta que, aunque no fueron pocos los propiamente llamados aragoneses que vinieron a repoblar, la mayoría de los repobladores de la Corona de Aragón eran catalanes. Casi la mitad del léxico peculiar murciano es de origen catalán, tal fue su influencia en esta tierra que llegó a ser hablado como lengua única en algunos pueblos y en barrios extramuros de Murcia, Lorca y Cartagena. Ramón Muntaner escribió en su Crónica(1330) que "en cibtat de Murç y seu regne parlaban del plus bell catalanesch del mon" (en la ciudad de Murcia y en su reino se hablaba el más bello catalán del mundo). Voces procedentes del catalán con las que cuenta nuestro léxico son muchas, podemos citar: acorar, adivinalla, aponarse, atobarse, bambo, bocha, buba, bufar, cabernera, cachirulo, calar, cangrena, carota, cordeta, cucarse, charrar, charrán, chicho, embolicar, endormiscarse, ensobinarse, enza, escarcullar, esclafar, escupiñajo, espolsar, flamará, fosca, gargoleta, llanda, llueca, meco, mentres, minchar, molla, palera, pésol, picaza, picola, polsaguera, revolica, rondalla, rustir o valúa. En muchos casos se produjo una castellanización del léxico catalán (p.ej.: de solatge -> solaje, de fang -> fangue). Así mismo, son varios los legados del catalán en cuanto a la pronunciación de las vocales, el seseo de la Vega Baja del Segura y algunas zonas del Campo de Cartagena, y los sufijos diminutivos -ete y -eta (barraqueta, cequeta, palometa, picoleta...).
Como hemos visto, esta superposición continuada de distintos pueblos, con características lingüísticas peculiares, su convivencia durante siglos y su permanente intercambio cultural dentro de nuestras fronteras, hicieron que surgiera la lengua murciana. Sus características propias son fruto de la fusión y el mestizaje: del mozárabe el sustrato, del castellano la gramática y gran parte del léxico, del aragonés multitud de palabras, y del catalán casi la mitad de nuestro léxico propio junto a multitud de elementos de pronunciación.
Todas estas características se han mantenido hasta nuestros días, principalmente en las zonas rurales, pero a mediados del siglo XX, con la generalización de la enseñanza en castellano, la influencia de los medios de comunicación y el cada vez menor aislamiento respecto de otras tierras, se ha ido reduciendo progresivamente su uso, tendiendo hacia un castellano normativo.
Justo GARCÍA SORIANO
Vocabulario del dialecto murciano
La conquista cristiana en el siglo XIII de las tierras murcianas, entonces bajo dominio musulmán, iniciada por Jaime I de Aragón y culminada por Alfonso X de Castilla, supuso el establecimiento en aquel territorio de una importante masa de repobladores que hablaban diversas variedades románicas. A partir del análisis de los Libros de Repartimiento de Murcia, Orihuela y Lorca podemos imaginar cuál era la situación sociolingüística de la región murciana en la Baja Edad Media. Los porcentajes de los repobladores cristianos oscilarían para el grupo repoblador catalán desde un 40 o un 50% en Murcia, a un 25% en Orihuela y un 15% en Lorca; y para el grupo castellano desde un 55% en Lorca a un 20% en Murcia y Orihuela.
En la comarca de Orihuela, incorporada desde 1308 como gobernación del Reino de Valencia a la Corona catalano-aragonesa, el uso del catalán se mantendrá hasta los siglos XVII-XVIII (Montoya 1986, Abad 1994). En la Región de Murcia la lengua catalana debió desaparecer hacia 1400 (Montoya 1986, Pocklington 1988), aunque en la comarca de Cartagena es posible que resistiera tal vez hasta 1500 (Grandal 1986).
Parece indiscutible que hay que considerar el actual murciano como fruto del contacto entre las lenguas catalana y castellana durante los siglos XIII-XIV. J. García Soriano (1932), además de autor del mejor estudio sobre el murciano, ha sido quien mejor ha visto la importancia del elemento catalán: "casi la mitad del léxico peculiar de la región es de origen catalán". También José Muñoz Garrigós (1986) afirma acertadamente que "el murciano es el resultado de la hibridación que, como consecuencia de los avatares de la Reconquista, tuvo lugar entre el castellano y el catalán".
Colomina (1997) ha estudiado la influencia catalana en los textos murcianos de los siglos XIII-XVII. Los catalanismos son abundantes en la agricultura y la pesca, pero también en actividades urbanas como la construcción o la industria textil.
En el aspecto demográfico conviene destacar el estudio de Rosselló Verger (1975) sobre los apellidos murcianos actuales de origen catalán, que serían un 20% en la ciudad de Murcia y un 25% en Yecla. Continuando esta línea investigadora, Colomina (1993) entre otros mecanismos de adaptación de estos apellidos de origen catalán al castellano destaca las epéntesis, vocálicas (Amate, Monserrate, Pujalte, Reverte, Puche, Reche, Rosique), y consonánticas (Espín, Barberán, Celdrán, Macián, Mirón), y la vocalización de semivocales finales (Andreo, Arnao, Grao, Guirao, Montolío, Palao).
Sobre la toponimia murciana de origen catalán disponemos del excelente trabajo de Pocklington (1988) basado en documentación de los siglos XIII-XV, y también Montoya (1995).
Una contribución reciente es el libro de Sempere (1995) sobre la extensión geográfica de cuarenta y siete catalanismos léxicos del murciano. Las conclusiones de dicho trabajo confirman, con datos recogidos sobre el terreno, la imagen que ya nos daban los diversos vocabularios de la región murciana: una enorne abundancia de elemento catalán en Orihuela, un mayor índice de catalanismos en la comarca de Cartagena, y una menor incidencia de estos en las hablas del oeste murciano.
Jordi COLOMINA I CASTANYER
Universidad de Alicante
Compedio histórico de la repoblación del Reino de Murcia
A mediados del siglo XII, Castilla y Aragón se encontraban en situación pujante respecto a su expansión hacia el sur peninsular. Tras las conquistas de Toledo y Zaragoza por parte de uno y otro reino, respectivamente, se hubiera pensado que había llegado el delicado momento de plantearse límites futuros de conquistas y fronteras entre esas dos potencias cristianas. Con Portugal encajonado en el oeste y el fuerte Reino de Granada reservado para Castilla, únicamente los débiles reinos de taifas del este y sureste español se prestaban a ser domeñados con facilidad por Aragón o Castilla.
Castilla se expandía por Andalucía, incluyendo en su haber plazas de la importancia de Baza y Córdoba, mientras Aragón ensanchaba su flanco occidental y meridional al tomar Lérida, Fraga y Tortosa, rebasando la desembocadura del Ebro. Se imponía entonces un acuerdo entre los dos poderes expansionistas y así, en Tudilén (Navarra), el 27 de enero de 1151, se estableció el acuerdo entre Ramón Berenguer IV de Aragón y su cuñado, Alfonso VII de Castilla, por el cual Valencia, Denia y Murcia pasaban a las pretensiones de Aragón, mientras Castilla se reservaba los estratégicos castillos de Lorca y Vera. Poco después, en el tratado de Cazola en 1179, Alfonso VIII, nieto de Alfonso VII de Castilla, y Alfonso II de Aragón, volvían a definir las fronteras aún no reconquistadas. Esta vez Aragón renunció a Murcia y a Orihuela, la antigua sede de la cora de Todmir. La línea, imprecisa, pues ni aragoneses ni castellanos estaban familiarizados con aquella área, pasaba por el puerto de Biar y dejaba para Castilla las plazas de Villena, Sax, Novelda, Catral, Elche, Orihuela, Alicante, Murcia y Cartagena.
Pero todavía sesenta años después, esa línea volvería a alterarse en el nuevo tratado de Almizra. En este lugar, conocido hoy como El Campet de Mirra y en la actualidad dentro del partido judicial de Villena, Alfonso X el Sabio, representando a su padre, Fernando III el Santo, se reunió con su futuro suegro Jaime I el Conquistador a finales de marzo de 1244. En un tira y afloja en el que se invocaba el tratado de Tudilén, el cual fovorecía a los aragoneses, y el más reciente pacto de Cazola por el que argüían los castellanos, los negociadores castellanos llegaron a recriminar la ausencia de dote con que llegaba Doña Violante, la hija de Don Jaime, a las nupcias con Alfonso X, tratando así de obtener la importante plaza de Játiva como ofrenda nupcial. Al final, y tras subterfugios sangrientos de uno y otro bando para obtener plazas ya sometidas a Castilla o a Aragón, se tuvo que firmar otro acuerdo a fin de evitar la guerra abierta entre esos dos reinos. De esta manera, se ratifica prácticamente el previo tratado de Cazola, favorable a Castilla, con la salvedad de que ahora la línea costera terminaba en Villajoyosa y no en Calpe, lo que representaba tan sólo una ligera ganancia territorial para Aragón.
Establecida la soberanía castellana sobre el Reino de Murcia, faltaba aún una repoblación cristiana efectiva. Así, pues, la rebelión llevada a cabo por los musulmanes en 1264 trajo consigo un nuevo replanteamiento de la acuciante necesidad colonizadora. En 1266, Jaime I asentó 10.000 hombres de armas para repoblar las tierras y al servicio del adelantado de Castilla, don Alfonso García. Aunque esta cifra parece excesiva, la crónica de Alfonso X explica que "porque non podia aver gente de la su tierra que la poblasen, vinieron y e poblaron muchos catalanes de los que eran venidos a poblar en el reino de Valencia". Similarmente, las crónicas catalanas se ocupan con mayor o menor detalle de estos acontecimientos. El cronista más explícito en este sentido fue Ramón Muntaner, el cual aparece citado profusamente en estudios referentes a la influencia lingüística catalana en el murciano a raíz de su comentario sobre el catalán hablado en Murcia en su Crònica. "E com la dita ciutat hach presa e poblada tota de cathalans, e axi mateix Oriola e Elx e Guardamar e Alacant e Cartagena e los altres llochs; si que siats cert, que tots aquells qui en la dita ciutat de Murcia o els davant dits llochs son poblats, son vers cathalans e parlen del bell catalanesch del mon" (ed. Coroleu 1886, cap. XVII, pág. 49).
La documentación fundamental para conocer el origen de los repobladores de las vegas murcianas es el
Repartimiento de Murcia, años 1271-73, cuya edición llevó a cabo Torres Fontes (1960) y comentó (1971). Gual Camarena realizó un estudio exhaustivo sobre los apellidos y origen de los repobladores cristianos, el cual reafirma la hipótesis de una mayoría catalana repobladora. También menciona a los "neovalencianos" (Valencia se había reconquistado no hacía más de cuarenta años), provenzales y un mallorquín. Por lo que respecta a los aragoneses, es aparente la dificultad de diferenciar la onomástica castellana de la aragonesa, por lo que este autor se limita a incluir únicamente el número de aragoneses de los que se indica su procedencia. Menciona también el número de conversos, navarros, genoveses, lombardos, judíos y gentes de otras nacionalidades. El balance estadístico es, en definitiva, favorable a la presencia catalana:
Catalanes
.........................108 (39%)
Aragoneses .....................105 (3%)
Otros Corona de Aragón .70 (2%)
Total Corona de Aragón ..1.283 (45%)
Castellanos ......................517 (18%)
Desconocidos ..................504 (17%)
Musulmanes ....................563 (16%)
Otras procedencias ...........68 (2%)
Total pobladores ..............2.835
Las rencillas entre Castilla y Aragón sobre la fijación de fronteras no terminaron con la repoblación de Murcia. La lucha civil en Castilla entre los infantes de la Cerda y el rey Sancho IV propició que en el 1289 el infante Alfonso de la Cerda entregara el Reino de Murcia a Aragón, cuando en realidad el rey de jure castellano era Sancho IV. Espoleado por ese precedente, en 1296 Jaime II, nieto de Jaime I el Conquistador, emprendió la conquista del reino murciano. El hecho de que Lorca no se tomara hasta finales del año 1300, cuando el cerco había comenzado en mayo de 1296, demostraría la encarnizada resistencia que encontró Jaime II. Por fin, en 1304, y por mediación del rey Don Dionís de Portugal, el conflicto castellano-aragonés llegó a su fin. Una vez más se dibujó la línea fronteriza, ahora con sustanciales ganancias para Aragón, que recibió la ribera izquierda del Segura y la cuenca del Vinalopó, incluyendo plazas como Villena, Alicante, Elche, Orihuela y Guardamar. Otro tratado, el de Torrellas, vino a establecer la línea divisoria que aproximadamente se utilizó siglos más tarde para delimitar las provincias de Alicante y Murcia en 1833. De cualquier manera, la etapa aragonesa de Jaime II (1296-1304) trajo consigo el catalán como lengua cancilleresca y probablemente aumentó el número de catalanes que se trasladaron a Murcia.
Lingüísticamente, la mayoría de los medievalistas murcianos suponen una etapa políglota catalano-castellano-aragonesa con una castellanización progresiva y lenta. No obstante, Menéndez Pidal, notando que Muntaner escribió su crónica en 1335, 69 años después de la entrada de Jaime I, rechazó la veracidad de las afirmaciones de Muntaner acerca del apogeo del catalán en Murcia y sugirió que el aragonés debió ser la lengua escrita por aquellos catalanes.
Los siglos que siguieron fueron de completo control castellano. En siglos posteriores, la mengua de las poblaciones mudéjares representó el aumento de repobladores castellanos en Murcia, proceso que culminó con la expulsión de los moriscos en 1609. Todavía a principios del siglo XVIII se produjo otra colonización masiva cuando fueron secadas las marismas y almarjales cercanos a la desembocadura del río Segura, y se establecieron las Fundaciones Pías del Cardenal Belluga. Este proyecto, que libró aquel terreno de aguas estancadas convirtiéndolo en labrantíos, trajo consigo la fundación de los pueblos de San Felipe Neri, Los Dolores y San Fulgencio. Más de mil murcianos se trasladaron a estas nuevas localidades. El resto de los pobladores procedía mayoritariamente de lugares vecinos como Almoradí, Catral y Orihuela, así como del resto de España. Por otra parte, y a raíz del triunfo de Felipe V, se proclamó en 1707 el Decreto de Nueva Planta, el cual impuso uniformidad política y lingüística según las leyes de Castilla a todos los reinos de España.
Juan Antonio SEMPERE MARTÍNEZ
Geografía lingüística del murciano con relación al substrato catalán